Estos días han sido muy difíciles, comenzando el sábado por la mañana en pleno taller de literatura al cual estoy asistiendo, me tocaba exponer un par de obras de tarea que me asignaron la semana anterior; realmente no iba con muchas expectativas ya que la poesía nunca ha sido mi fuerte y los temas que escogí para ellas eran socialmente difíciles y extrañas (Pánico y Muerte); todo fue bastante pasable, aunque la ansiedad me estaba matando por tener que esperar al facilitador por mas de media hora, la corrección de mis obras no fueron tan fuertes, mas bien causaron un impacto en el que la verdad no se como interpretar.
Luego vino la siguiente asignación, la corrección de un cuento corto, con un tema mas ligero y mas digamos “normal” según mi concepto; pues ahí como diría un cristiano “comenzó cristo a padecer”, mientras iba encontrando fallas algunas gramaticales, otras de sintaxis, la angustia que ya venia medio controlando comenzó a desbocarse, el recinto empezó a achicarse rápidamente, ya no escuchaba completo sino por pedazos y me dio la impresión de que las paredes se me venían encima…
¡Horror! Yo lo único que quería en ese momento era escapar a toda velocidad de allí; mi pareja que afortunadamente había decidido acompañarme en ese momento, no entendía las señas que trataba de hacerle para escapar de allí, así que mi mente apanicada no le quedo otra que inventarle al profesor una excusa idiota para salir de ahí, bajo la mirada atónita de mi pareja; la verdad no recuerdo que le dije, solo que creo que lo balbucee. Me despedí como si de pronto hubiese recordado que había dejado algo en la lumbre y a pasos de gigante salí del recinto hacia las escaleras (para colmo el salón quedaba en el sótano del complejo), cuando llegue arriba un peso se que quito de encima y por fin pude respirar profundamente, se me antojo como si hubiese sido la primera vez que mis pulmones se llenaban de aire.
Mi pareja aun me miraba atónita, sin entender que estaba pasando, yo en pleno ataque de pánico realmente no sentía ningún animo de explicar absolutamente nada, así que le pedí que fuéramos a hacer algunas diligencias que teníamos pendiente.
Durante todo el viaje me la pase encajándome los dedos contra las rodillas como arañas aterradas, ya me dolían al igual que la mandíbula y la mayoría de la cara pero por mas que lo intentara no podía relajarme.
Se armó una discusión en el coche, un par de histéricos en pleno centro de la ciudad… ¡Se acabó nos vamos a casa! Dio por terminada mi pareja la discusión, yo con todo el cuerpo tenso como de hierro ni chisté y me deje llevar.
En casa, me solté, demasiado para un solo cuerpo mortal, lloré, grité, insulté, dije verdades, me hiperventilé hasta que en un segundo de lucidez recordé mi medicación ¡Gracias Divinidad por la medicación! A la media hora, caí en un sueño bendito que siempre agradezco.
Al día siguiente, amanecí como amasijo de carne, a medio moler, sin muchas ganas de pensar (y sin mucha capacidad tampoco), mi pareja me recordó que le había dicho que el día anterior íbamos a un centro comercial a petición mía; pues, no se porque habrá sido, pero me pareció mas bien que me había dicho que iba de camino al patíbulo para que me cortaran la cabeza.
Comencé por experimentar miedo, luego terror, algo incontrolable, me puse de un humor de perros y eso desencadeno en una pelea medio apocalíptica; no se si es que le exijo mucho a mi pareja pero a veces creo que tampoco pone de su parte aun sabiendo con medico y todo que muy normalito estoy (normal para mi, no normal – normal),
Al final fuimos, a duras penas pude superar el terror, dimos algunas vueltas, hicimos lo que teníamos que hacer y de nuevo a casa; de pronto, sentí una tristeza tan grande, un vacío tan enorme, que lo único que realmente deseaba era dormir o morir, cualquiera de las dos estaría bien.
Pero solo me quedo hacer lo primero, llegue, me quite la ropa, sin pedir ni permiso, ni aviso, me acosté, me enrolle en mi colcha preferida y me eche a dormir hasta esta mañana…